domingo, 13 de enero de 2013

Compañeros

En este gran viaje, he encontrado muchos compañeros de cuatro patas. Así es, me he cruzado con grandes seres vivos que me han enseñado muchas más cosas que otras personas. Por ejemplo, algo que aprendí apenas me despierto, es que debo estirar todo mi cuerpo. Eso lo aprendí con mis dos mascotas: como dormían al pie de mi cama, cada vez que las veía despertar, lo primero que hacían era estirarse. Imitándolas, adquirí esa (buena) costumbre. Otra cosa que aprendí es a estar atenta a todo y observar las cosas con detenimiento. Quizás exagero un poco si quiero tener los sentidos del oído o del olfato como los tiene los perritos, pero ellos me enseñaron a que cuando alguien toca la puerta o te vienen a preguntar algo, hay que estar alertas y no quedarse quieto e ignorar la situación. Lo tercero que observé es que las mascotas al igual que los niños chicos, siempre están ocupados en algo, es decir, nunca verás un perrito aburrido. Quizás eso sea algo que nos falten a muchas personas. Y quizás lo más importante que aprendí de los perritos es que no discriminan ni tienen sentimientos de inferioridad por discapacidad. Por ejemplo, yo tenía una perrita que era viejita y ciega, pero le encantaba salir a la calle, si se tropezaba con algo, se paraba y seguía el camino, cuando tuvo una alergia y se quedó calva, ella caminaba toda erguida, como orgullosa incluso diría yo, mientras jugaba con otros perritos. Eran las personas y sobretodo las adultas, quienes soltaban alguna frase de compasión como: "pobrecita, ya esta todo fea y mal", mientras que sus hijos pequeños si querían acercarse y jugar con ella. Quizás esta fue la mejor lección que aprendí, a no dejarme llevar por el qué dirán, siempre que tenga mi personalidad y la conciencia tranquila, podré caminar con la frente en alto por donde vaya. La lista de cosas que podríamos aprender de las mascotas debe seguir, pero por ahora lo dejo ahí.

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